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CRÓNICA/ Ecología - alerta en Centroamérica



Podrían ser considerados las mayores víctimas del cambio climático. Los países de centroamérica se encuentran entre las primeras víctimas del calentamiento global, pero sólo son responsables del 0,5% de las emisiones (en Mt de CO2).


La COP 26, encuentro sobre el clima organizado por las Naciones Unidas, se celebró este año en Glasgow (Escocia) del 1 al 13 de noviembre de 2021. Durante este encuentro, los países de Centroamérica, del Caribe y México se unieron para pedirles ayuda a las grandes potencias. El objetivo de esta unión era plantear demandas más fuertes, para que el resto del mundo las escuchara realmente.


¿Qué piden? El cumplimiento de los acuerdos de las últimas conferencias. En particular, Costa Rica insistió en la protección del 30% de la tierra y los océanos para regenerar la biodiversidad. El país genera casi el 100% de su energía con fuentes renovables, pero es uno de los más afectados por el cambio climático. Los países también recordaron que hace 10 años el G20 se comprometió a pagar 100.000 millones de dólares al año a los países pobres afectados por el cambio climático. Una promesa que aún no han cumplido y se hace crucial que se les ayude. Según una lista hecha por Estados Unidos, entre los países centroamericanos, Guatemala, Honduras y Nicaragua se encuentran entre los once países más expuestos a las catástrofes naturales y menos capaces de adaptarse a ellas.


Evidentemente, veremos que no son los únicos y que todos los países de esta región se ven afectados por la crisis climática.





Energía renovable


Históricamente, América Central ha sido alimentada mayoritariamente por energía hidroeléctrica, pero a mediados de la década de 1990 la cuota de esta energía se redujo al empezar a ser sustituida por los combustibles fósiles. La energía hidroeléctrica, es el uso de agua que cae o corre rápidamente para producir electricidad o para hacer funcionar máquinas. A mediados de la década de los 2000, el aumento de la proporción de energías renovables, como la eólica en Costa Rica, Honduras y Nicaragua, redujo la dependencia de la región al petróleo. A pesar de la variedad de opciones de combustibles fósiles disponibles, la región sigue ampliando el uso de energías renovables, una tendencia que redunda en el interés mundial y en el interés económico, social y medioambiental de los países centroamericanos.


En la actualidad, la matriz eléctrica de la región centroamericana se reparte mayoritariamente entre la energía hidroeléctrica (un 30% de las grandes hidroeléctricas, más un 12% de las pequeñas) y el petróleo y el gasóleo (38%). Sin embargo, la preocupación por la dependencia al petróleo, por el medio ambiente y la seguridad energética han obligado la región a desarrollar otros recursos renovables.


Centroamérica tiene la mayor cuota de renovables (56%) y la mezcla más diversa de generación renovable, compuesta por la biomasa, la geotermia, la eólica y la hidráulica. Costa Rica, El Salvador, Honduras y Nicaragua han desarrollado algunos recursos geotérmicos. Asimismo, dichos países cuentan con unos 350MW en parques eólicos, y Panamá tiene 158MW de energía eólica en proyecto.


Los gobiernos centroamericanos son conscientes de la importancia de las energías renovables como medio para reducir su dependencia a las grandes centrales hidroeléctricas y a los combustibles fósiles importados, así como para satisfacer la creciente demanda energética de la región y proporcionar acceso a la energía a las comunidades actualmente desatendidas.


Los países de la región han emitido ambiciosas declaraciones políticas que demuestran la voluntad política de seguir avanzando con las energías renovables. Existen diversas medidas reguladoras para garantizar que las energías renovables sigan creciendo. Por ejemplo, cinco de los siete países centroamericanos han establecido procedimientos de licitación y tres han adoptado políticas de energía limpia.


Todos los países, excepto Nicaragua, han adoptado un mandato sobre biocombustibles, Guatemala y Nicaragua han empezado a experimentar con nuevas tarifas sobre la alimentación energética. Es decir un mecanismo de política diseñado para acelerar la inversión en tecnologías de energía renovable ofreciendo contratos a largo plazo, a los productores de energía renovable. La mayoría de los países de la región cuentan con mecanismos políticos concretos para impulsar las energías renovables. Los incentivos fiscales (para reducir los costes, estimular la inversión y aumentar la ventaja competitiva de las fuentes de energía renovables) son los más comunes, pero la región también tiene una experiencia positiva en la licitación de proyectos de energías renovables.


Los mecanismos más nuevos, como las tarifas de alimentación y las leyes de producción de energía renovable, están empezando a funcionar en Costa Rica, Guatemala y Panamá.


La dependencia de la región a la energía hidroeléctrica ha generado preocupación por la seguridad energética, sobre todo teniendo en cuenta el clima reciente, extremadamente seco, que ha provocado escasez de electricidad. Como respuesta, los países centroamericanos encargaron la creación de una red regional (SIEPAC) que permitiera el intercambio internacional de energía. También establecieron un mercado regional de electricidad y una comisión reguladora. Para reforzar esta interconexión y permitir el acceso a los mercados de América del Norte y del Sur, se completó una interconexión México-Guatemala y se está construyendo una interconexión Colombia-Panamá.


El mayor reto al que se ha enfrentado el SIEPAC ha sido la creación de un marco regulador para el comercio, dadas las diferentes estructuras del mercado eléctrico de la región. América Central experimentó una ola de reformas de liberalización del mercado en la década de 1990, durante la cual El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Panamá liberalizaron la totalidad de sus mercados de electricidad, desvincularon sus servicios públicos integrados verticalmente y abrieron las áreas de generación, transmisión y distribución a la competencia privada. Honduras y Costa Rica conservaron sus servicios públicos integrados verticalmente, que son de propiedad estatal y operan como un único comprador. En ambos países, la generación adicional se compra a productores de energía independientes (IPP).


Los problemas de infraestructura pueden suponer una gran preocupación para el desarrollo de cualquier proyecto energético en Centroamérica, ya sea renovable o de otro tipo. Esta deficiencia a menudo se cita como particularmente preocupante para el despliegue de la energía renovable, puesto que aumenta los riesgos y los costos asociados a las inversiones renovables y, en casos extremos, impide el desarrollo de un posible proyecto. La distribución de las energías renovables suele implicar la ampliación de las redes existentes para tener en cuenta nuevos factores, como la ubicación adecuada de los proyectos en las zonas ricas en recursos y la necesidad de gestionar la generación intermitente.


Otro avance puede ser la energía solar: aunque la energía eólica y las pequeñas centrales hidroeléctricas han recibido la mayor parte de las inversiones hasta la fecha, la energía solar está preparada para crecer en Centroamérica.





Agricultura


El cambio climático significa un cambio de vida para los campesinos que dependen de su producción.


De hecho, la agricultura sufre del cambio climático. Lluvias poco frecuentes pero más intensas, temperaturas muy altas, la escasez de agua hacen que los campesinos se encuentren en una situación precaria e insegura. Así, los pequeños agricultores son los más vulnerables porque dependen de la naturaleza y de los alimentos que producen, pero también porque tienen recursos limitados para adaptarse al cambio climático.


Los países de Centroamérica dependen mucho de la agricultura. Representa el 18 % del PIB regional y Guatemala y Honduras aportan el 78 % de este PIB.


El IFPRI (International Food Policy Research Institute) ha estudiado el impacto potencial del clima sobre la agricultura hasta 2050. Una parte del estudio es sobre el maíz que es el producto agrícola más producido en Centroamérica. Ocupa el 36,3 % del área cultivada. Las lluvias contribuyen al riego de los cultivos. Pero ha sido escaso y esto supondrá una pérdida para los países. Especialmente Guatemala y Costa Rica van a perder el 17 % del maíz cultivado gracias al agua de la lluvia. Después, está Honduras que va a perder el 12 % y al final El Salvador y Nicaragua con un 8 %. La cultura del trigo, también llamado mijo, va a sufrir de la misma manera, pero la cebada y la caña de azúcar se verán aún más afectadas por la falta de lluvia. Además, Guatemala, Costa Rica y El Salvador conocen calores más y más fuertes. La cultura del café está impactada también.


Además, los campesinos tienen que enfrentar huracanes (entre otros en México), el granizo y los efectos de la actividad humana.


Pero hay también evoluciones positivas en Costa Rica. El presidente quiere que la lucha por la ecología cobre más peso en su país (Costa Rica ya es conocido por su modo de ecoturismo) y quiere aplicar la ecología en las ciudades, comenzando con la capital.


La agricultura encuentra problemas por culpa del cambio climático.





Deforestación


Cada hora, América Central pierde 48 hectáreas de sus bosques. Esto equivale a perder más de 285 000 hectáreas cada año por la deforestación, la degradación de los campos y los incendios. Los bosques se han reducido un 23 % en los últimos 15 años.


Esa deforestación es debida a la ganadería ilegal, a las plantaciones de aceite de palma y a otras actividades humanas como el cultivo destinado a la producción de drogas, pero también a la expansión de las ciudades por el aumento de la población. A menudo, esta deforestación tiene lugar dentro de zonas protegidas y de territorios indígenas. Eso es un peligro para los animales salvajes y en peligro de extinción. La deforestación afecta por supuesto el clima, pero provoca asimismo la erosión de la tierra, y disminuyen drásticamente los territorios en los que viven los animales salvajes.


Existen algunas soluciones : plantar árboles para evitar la erosión, educar a la población y llevar a cabo un proceso político para aprobar leyes que prohíban la deforestación.


Sin embargo, estas soluciones deben ser aplicadas por los gobiernos…Los gobiernos también deben aplicar soluciones al problema de la polución.





Contaminación


Hay varios tipos de contaminación : contaminación del aire, del agua, de la tierra, de las napas freáticas e incluso contaminación lumínica.


Durante el Día Mundial del Medio Ambiente en 2019, los gobiernos de Honduras y México se comprometieron a encontrar soluciones para un aire limpio, como parte de la red BreatheLife. De hecho, las grandes ciudades en estos países tienen problemas de contaminación del aire, los vehículos motorizados son los mayores responsables de la contaminación del aire. La población ha crecido, y cada vez más gente tiene un coche o una moto. Unos países han prohibido algunos tipos de carburantes contaminantes y Costa Rica tiene el proyecto de lograr la neutralidad de carbono en 2050. Consiguió prohibir las bolsas de plástico y ha hecho otros progresos, pero lo más importante sería eliminar el carburante fósil, aunque obviamente, no es un objetivo fácil de alcanzar.


Otro tipo de contaminación que da muchos problemas : la basura descargada en los ríos llevándola hacia el mar. Esta basura plástica crea islas de plástico o se acumula en las playas. La basura proviene de Estados Unidos y/o países vecinos, así como del mismo país. Por ejemplo, en Guatemala hay playas llenas de basura, con residuos plásticos que provienen de los ríos guatemaltecos, de Honduras, pero seguramente también de otros lugares indeterminados. Ahora bien, esta basura tiene muchas más consecuencias…





Impacto en el océano y el mar


Cientos de ríos, cada vez más cargados de sedimentos en suspensión, transportan metales desde las fuentes hasta el mar, donde probablemente son movidos y distribuidos por las corrientes a través de toda la región, incluso hasta los prístinos arrecifes de alta mar.


Las zonas costeras de Centroamérica están actualmente expuestas a una mayor contaminación por metales, como resultado de la creciente contaminación ambiental por vertidos de aguas residuales, derrames de petróleo (de refinerías y de petroleros), el mal uso de productos químicos y fertilizantes agrícolas, y la erosión de la capa superficial del suelo.


Por desgracia, este no es el único problema. El calentamiento global también provoca el calentamiento del agua, lo que tiene repercusiones sobre muchos fenómenos naturales. Por ejemplo, la fuerza que adquiere una tormenta y la rapidez con la que se fortalece depende, en gran medida, de la temperatura de las aguas a lo largo de su trayectoria. Estas aguas más cálidas de lo normal aumentan la probabilidad de que las tormentas se fortalezcan rápidamente y, en general, sean más fuertes, tal y como aprendieron muchas personas a lo largo de la costa caribeña de Centroamérica en 2020.


El huracán Eta, un devastador huracán de categoría 4, cuando tocó tierra cerca de Puerto Cabezas, Nicaragua, el 3 de noviembre de 2020, causó grandes daños en Nicaragua, Honduras, Guatemala y Panamá, y se cobró más de 200 vidas en toda la región.


Apenas dos semanas más tarde, el huracán Iota -que se convirtió brevemente en una tormenta de categoría 5- apuntó a estos mismos países (¡las dos tormentas tocaron tierra a sólo 15 millas de distancia!). En Honduras y Nicaragua, las lluvias torrenciales azotaron un suelo ya saturado, provocando desprendimientos mortales. Los vientos sostenidos de ambas tormentas superaron los 230km/h.


Y el número de tormentas que se intensifican rápidamente va en aumento.


Por no hablar de que el nivel de agua de los mares y océanos está subiendo cada año...





¿Y ahora?


La COP 26 dio lugar a la renovación de los acuerdos ya establecidos en París. Queda por ver si los países se unirán ante este desafío. Un reto que no solo tiene consecuencias sobre el medio ambiente.


De hecho, el calentamiento global está provocando el aumento drástico de un fenómeno migratorio: la migración climática.




 

Escrito por Lieve Roodhart - Iola Thakur




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